¿Son útiles las lenguas minoritarias?

¿Son útiles las lenguas minoritarias?

Hay voces que aseguran que destinar dinero público a fomentar la riqueza lingüística de España es un desperdicio. Las lenguas cooficiales, dicen, cuestan al contribuyente muchísimo dinero que podríamos dedicar a sanidad (porque tristemente es el tema estrella últimamente).

No voy a caer en la demagogia de aventurar cifras, porque aquí entran muchos factores en ocasiones difícilmente cuantificables económicamente.

Dicen también que solo sirven como “pesebres” para colocar a los amigos de los políticos de turno. A esta gente le respondería, por un lado, que hay lenguas oficiales en territorios gobernados tanto por derechas como por izquierdas (la riqueza lingüística existe fuera de Cataluña), y por otro, les animaría a estudiar esas lenguas y a “aprovecharse” de los supuestos pesebres, si tanto lo consideran “dinero fácil”.

Por detrás de estas afirmaciones subyace siempre el desprecio a las artes, la filología, la literatura y las humanidades en general. Algo que no se entiende en otras latitudes, como en Suiza, orgullosos de sus 4 lenguas oficiales, o en Japón, donde hay coros que incorporan en sus repertorios canciones de Corquiéu o realizan investigaciones doctorales sobre el mirandés. Igual que no lo entiende el número creciente de extranjeros de todos los rincones del planeta que se interesan por las lenguas de España (oficiales y no oficiales).

Los más beligerantes incluso defienden el conocimiento de los idiomas en clave de utilidad (“vale más” dedicar tiempo al inglés o a otras lenguas más importantes). Pocas afirmaciones encuentro tan cortas de miras en el mundo actual. Llevo estudiando idiomas desde que tengo uso de razón, y claro que considero crucial hablar inglés, alemán, chino, árabe o cuantas lenguas se pueda, pero de ninguna manera esto puede ir en desmedro de las lenguas que conforman nuestra identidad, porque eso sí que sería nuestro fin como cultura. Además, nuestro cerebro tiene “espacio” para mucho más de lo que imaginamos. Yo, que no soy más listo ni inteligente que nadie, hablo 9 idiomas con total fluidez. Es más, el estudio de nuevas lenguas me ayudó y me ayuda siempre a entender mucho mejor el español, a perfeccionar mi expresión, a potenciar mi memoria, y por supuesto, a comprender otras culturas y otras idiosincrasias.

En la raya fronteriza que separa España de Portugal, entre la provincia de Zamora y la región de Trás-os-Montes, los habitantes (algunos de ellos analfabetos), se expresan correctamente en portugués, español y mirandés, y consiguen cambiar de una a otra mejor que muchos intérpretes profesionales.

Precisamente si hablamos de utilidad, fomentar las lenguas de Asturias, respetando incluso sus variantes locales, nos ayudará no solo a comprender mejor nuestra historia y nuestras tradiciones, sino también a vendernos ante el mundo con una imagen propia y genuina, única y diferencial, que aportará muchísimos beneficios, puestos de trabajo, y sobre todo, diferenciación de nuestras empresas en el mercado global.