Santiago, en el camino…

Santiago, en el camino…

Hay experiencias que no se pueden describir, hay que vivirlas. Por mucho que te cuente cómo es el Camino de Santiago, por muchas guías que leas, por mucho que te empapes… no vas a poder captar lo que es si no lo vives.

Cada Camino tiene su particularidad y aporta algo distinto, por eso lo ideal sería hacerlos todos.

Con perdón hacia el Camino Portugués, con sus maravillosas ciudades (Tui, Pontevera, Padrón), y hacia el famosísimo y frecuentadísimo Camino Francés, yo prefiero los que recorren Asturias (Camino Primitivo y de la Costa), mucho más tranquilos.

“Quien va a Santiago y no va a San Salvador, visita al criado y deja al Señor” reza un adagio medieval, en referencia a la importancia de Oviedo/Uviéu en la peregrinación. Y es que el Camino de Santiago es una peregrinación. Seamos o no creyentes, dudemos o no de la veracidad de que la tumba del apóstol san Pedro pueda hallarse en tierras gallegas, si hacemos el Camino de Santiago tenemos que tener en cuenta el espíritu que desde la Edad Media empujó y sigue empujando a millones de peregrinos, buscando encontrar salud para el alma (a costa a veces de la salud del cuerpo). Siendo sinceros, podemos encontrar rutas mucho mejores en otros lugares, paisajes de ensueño que no encontramos aquí, infraestructuras inmejorables… pero es que en el Camino de Santiago eso no es lo principal.

Lo principal del Camino es el hecho de hacerlo, las vivencias, la gente que vamos conociendo. Y sobre todo, abrir la mente y descubrir otras culturas. Por un lado, la asturiana y la gallega, y por otro las de los demás peregrinos. De cada uno aprenderemos algo, y seguro que cuando regresemos a casa, ya no seremos los mismos.

En Asturias tendremos que lidiar con la obsesión casi enfermiza que tienen los lugareños por demostrar que “como aquí no se come en ningún sitio” (No es fácil caminar después de una fabada o un buen cachopu). En Galicia nos rendiremos ante la excesiva hospitalidad (cuando te preguntas por qué sigue recibiéndote con una sonrisa esa anciana si eres el peregrino número 2000 que va ese día a pedirle que te llene la cantimplora de agua en el grifo de su casa).

El Camino ha de hacerse con una mente abierta, y con ganas de descubrir, empaparnos de sus tradiciones y de sus lenguas milenarias. Hay que aprovechar las ultreyas (descansos del camino) para conversar con los demás peregrinos y con los lugareños, porque de todos aprenderemos algo y de cada uno nos llevaremos un trocito.

Así al llegar a Monte do Gozo, cuando ya se vislumbran al fondo las agujas de la catedral, podremos respirar hondo y dejar caer alguna lágrima de emoción. Situación que se repetirá al situarse ante la imponente fachada del Obradoiro, y de nuevo al abandonar Santiago con la promesa solemne de volver pronto.